Nadie, nada ha podido ensombrecer la señera figura de Rosalía Arteaga Serrano. La historia la ha juzgado como una de las mujeres emblemáticas de nuestra patria. Maestra, escritora, periodista, política, ha puesto en alto el nombre de la patria, dentro y fuera de ella, en todas sus realizaciones. No sé qué admirar más en ella, su lúcido talento creador (su libro Jerónimo, memoria sabia de su hijo signado por el síndrome de Down), sus valores cívicos, éticos y morales, o su reciedumbre civil y humana.

Estuve junto a ella cuando ejerció la vicepresidencia y presidencia de la república, esta última execrablemente arrebatada por un grupúsculo de políticos enviciados de poder. Por esta cercanía, puedo dar testimonio de su esclarecida inteligencia, su proverbial integridad y su dación integral a la gente. Con sobresalientes estudios de derecho, periodismo, ciencias políticas, antropología, historia, idiomas… dignificó el ejercicio político. Sus detractores pretendieron abatir su figura recurriendo a toda clase de argucias y ardides, pero ella salió indemne, sin mácula alguna, dejando una lección histórica de transparencia y coraje. “Ni el ejército más numeroso y armado de la tierra es comparable con la valentía de una mujer”, sentenció Rachel Carson. Este es el caso de Rosalía.

Su padre, Moisés Arteaga Lozano, médico de profunda vocación humanista y autor de varios libros, ha escrito —a grandes rasgos, hondos y entrañables— esta semblanza sobre su hija. A través de sus páginas se devela, desde una óptica austera, su itinerario vital y creativo que nos conmina a reverdecer la fe no solo en nuestra patria sino en la especie humana.

Hay dos maneras de divulgar la luz, dijo Edith Wharton: siendo la vela o siendo el espejo que la irradia. Los dos medios se unimisman en Rosalía Arteaga Serrano, ejemplo vivo para las actuales y venideras generaciones.

Marco Antonio Rodríguez

Moisés Arteaga Lozano es médico pediatra. Nació en Cuenca-Ecuador en noviembre de 1932. Graduado en la universidad de su ciudad natal, estudió luego en Bogotá-Colombia y en Santiago de Chile. Su vida la dedicó al ejercicio de su profesión y a la docencia universitaria. Llegó a ser Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cuenca. También fue Presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Pediatría, Consejero Provincial, Director de Salud y representó al Ecuador como Embajador ante la República de Uruguay. Ha hecho, además, periodismo de opinión en varios diarios del país. Tiene publicadas cuatro novelas: Paccha la Emperatriz, Agua de Toronjil, El Último viaje, Al Final del Camino, y el libro de cuentos: Acoso Sexual y Otros Relatos.