20
años
de utopías en el mundo de
Goliat
Fundación
Maquita Cushunchic
Relato
Primera Edición, 2005
152 págs.
Conocer
a fondo la experiencia de Maquita Cushunchic
(MCCH), me ha devuelto la fe en la
utopía de un mundo de equidad,
solidaridad, pluralismo y amor expresado
en acciones concretas para fundar,
como dicen sus miembros, aquí y
ahora el Reino de Dios sobre la tierra.
Confieso que he pasado de la incredulidad
al asombro y luego a la más
profunda emoción con el testimonio
de tantos seres humanos que decidieron
creer en sus propias fuerzas, desplegaron
con trabajo incansable su fe en un
presente y futuro más digno,
y se entregaron a organizar a los más
débiles –“los más
pobres entre los pobres”– para
que se conviertan en verdaderos gigantes
de su propio destino.
No se trata de
una obra material tan sólo;
lo que se palpa del trabajo cada vez
más diversificado de Maquita
Cushunchic, es apenas la piel de lo
que en verdad sostiene su cuerpo en
pie: el espíritu cristiano de
hermandad que ha hecho posible, por
ejemplo, que se revalore el importante
rol de la mujer en sectores por lo
general reacios a la equidad de género;
que ha permitido que la obra no tenga
tintes personalistas ni paternalistas,
sino que por el contrario, haya integrado
a todas las personas involucradas en
este proyecto, tanto al trabajo como
a las evaluaciones y las decisiones
fundamentales; que ha animado la pluralidad
y el ecumenismo en la práctica
cotidiana, y ha propiciado un ánimo
de colaboración recíproca
y buen trato hacia dentro y hacia fuera
de la organización.
Acostumbrados como estamos a que “el
buen trato al cliente” sea el producto
de una mera estrategia comercial, a más
de uno le costará trabajo entender
que aquello que anima a los miembros de
Maquita Cushunchic es, por el contrario,
obra de una profunda convicción:
los hijos e hijas de un Dios Padre-Madre
de Amor y Justicia, tienen el deber y el
derecho de gozar de la dignidad no sólo
económica y social, sino personal,
manifestada en el día a día
de una obra que, pese a su creciente complejidad
y a la suma de cada vez más voluntades,
no pierde su carácter de Utopía
hecha Carne.
Edgar Allan García
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