Me
desperté, como siempre,
al lado de mi esposa. Me levanté sin
ruido para no molestarla y fui
a preparar el café. Cuando
estuvo listo la llamé: “Mi
amor ya está el desayuno”.
Ya voy Jaime –me dijo–,
y me quedé de una pieza: “yo
me llamo Eduardo”.
Como no me gustó la manifiesta imprecisión, entré al cuarto
a reclamar… y la que estaba desperezándose en la cama no era mi
esposa Margarita. ¿Qué estaba pasando?, ella, y aparentemente yo,
no éramos los que debíamos ser… pero sin embargo la
casa era la misma.
Sólo había una explicación: ¡que yo tampoco fuera
Eduardo! Entré al baño y me observé en el espejo… y
vi un largo rostro desconocido que me miraba largamente. Entonces oí un
grito a mi espalda, de la mujer que había amanecido conmigo…
Así empieza uno de los extraños relatos de Julio Tarré Andrade.
Como éste, muchos más podrá encontrar el lector en
este fascinante libro. |